Relación suegra y nuera
En la cultura popular, las suegras se han convertido en objeto de burlas, chistes, chanzas y alusiones peyorativas que enfatizan en la faceta más entrometida, de opinóloga y directiva respecto a la nueva familia de su hijo. Si bien esto es una exageración, lo cierto es que la relación entre suegra y nuera es, posiblemente, uno de los vínculos más complejos e intensos que se experimentan en la rutina familiar.
En definitiva, se trata básicamente de dos mujeres compitiendo por el amor de un mismo hombre, y esto ¡no es nada fácil!
sobre todo cuando ninguna de las dos es una elección voluntaria, sino que viene dada por el intermediario: el hijo-hombre que las une y que generalmente, queda en el medio sin saber cómo reaccionar ante los conflictos que puedan surgir entre ellas, con temor a perder a su pareja pero sin tener la autoridad para enfrentar las intromisiones de su madre en la relación.
Por supuesto hay excepciones, y muchas veces la relación entre ambas es una relación cordial, de respeto mutuo y sin inconvenientes. Y en esos casos exitosos, lo que prima es:
la aceptación de las diferencias: entender que no somos perfectas y que estamos haciendo todo lo mejor que podemos.
la empatía: poder ponerse una en el lugar de la otra, y viceversa.
los límites: la capacidad de ambas de poder ubicarse en el rol que tienen, que es una función nueva y diferente de la que tenían cuando ninguna estaba en la vida de la otra. Ni la suegra debe ser una mamá para la nuera, ni la nuera tiene que ser amiga de la suegra, pero si reina la armonía la dinámica familiar se va a ver altamente beneficiada.
Es fundamental comprender que aunque la relación se ponga tensa, suegra y nuera van a estar ligadas de por vida: se hablen o no, discutan o no, vivan o no en la misma ciudad. Por lo tanto es importante hacer un esfuerzo por mantener la paz y la cordialidad en pos de un mejor día a día para todos. No se trata de imponer las ideas de una sobre la otra, sino de poder negociar, conversar, aprender mutuamente y enriquecerse de los años de experiencia de una, y del nuevo rol de la otra. Esta cordialidad mutua, este ida y vuelta de gestos amables y diálogo fluido es lo que hace a una relación sana, y evita la mayor cantidad de conflictos, que generalmente pueden darse por las siguientes situaciones:
Cuando una de las dos se siente invadida: Es una queja muy habitual que las suegras llegan sin avisar, o que entren en la casa de la nuera sin previo aviso. Del mismo modo, uno de los grandes temores de las suegras es que esta nueva persona, la nuera, “absorba” todo el amor de su hijo y quede empobrecida la relación madre e hijo.
Las expectativas: muchas madres pasan años imaginando cómo será su futura suegra, creando un perfil que no siempre, lógicamente, no coincide con la realidad. Esto muchas veces despierta sentimientos encontrados, por un lado, la satisfacción de saber que el hijo está feliz con la mujer que eligió, pero por otro lado, la incertidumbre de pensar si será la mujer correcta para él.
En el caso de las nueras, hay un temor frecuente: no poder ganarse el amor de su pareja al mismo nivel que la mamá, lo que genera grandes roces no sólo con la suegra…¡sino con ellos!. Muchos hombres hacen, involuntariamente, comentarios del estilo “como los ñoquis que amasa mi mamá nunca probé”, o “mi mamá es la mejor haciendo la cama”. Esto refuerza los temores de la nuera por no poder lograr nunca el tipo de vínculo íntimo, casi idealizado y profundo que tienen con sus madres, y a la par, pone en evidencia el vínculo maternal que une a su pareja con el rol de hijo, un rol que muchas veces, cuesta mucho que madure y logre despegar de la familia de origen.
Esta conflictiva, nuera-suegra se da en todas las edades, pero se vio enfáticamente reforzada en tiempos donde las mujeres no trabajaban y era el hombre el proveedor y el garante de la economía familiar, mientras ella se quedaba en la casa y muchas veces, la vivienda familiar se compartía con la familia de origen, por lo que cualquier situación podía generar grandes roces, como la manera de educar a los hijos, la forma de cocinar el plato favorito del hijo/hombre, la preferencia por determinados colores en la decoración del hogar, y un largo etcétera. Con la salida de la mujer al mercado laboral, este tipo de vínculo complejo y de mayor competitividad fue dando lugar a una mejor relación nuera-suegra, principalmente en estas nuevas generaciones donde la mayor parte de las mujeres salen a trabajar y es necesario contar con la suegra para el cuidado de los hijos. Actualmente las mujeres salen la misma cantidad de horas que los hombres de sus casas y necesitan muchas manos para sentirse apoyadas y validadas en la crianza, con lo que generalmente las tensiones y fricciones de los vínculos nuera-suegra ceden con la llegada de los hijos, porque es ahí donde se unen los intereses y el amor de ambas por los niños.
Los hombres también pueden y deben ser partícipes y mediadores de estas relaciones conflictivas, si un problema se manifiesta, por ejemplo si su madre se entromete, opina respecto a la crianza de los hijos, tiene malas contestaciones, es invasiva, hace comentarios fuera de lugar, etc, es necesario que tanto el hijo como la nuera puedan hablar con ella y generar un espacio de confianza y honestidad donde puedan blanquear la situación, plantear qué tipo de relación pueden tener con ella, y qué expectativas tienen respecto a esa conducta o situación en particular. El hombre, en situaciones conflictivas, no puede ni debe quedarse callado ni dejar de opinar al respecto “porque es mi madre”, por el contrario, hablar en pareja al respecto, evaluar si se trata de un problema solucionable y de ser así, apoyar a la pareja para poder poner las cosas en su lugar, sin dejar de respetar su lugar de hijo, pero apoyando a su mujer en la situación conflictiva. Como en todo triángulo, en la relación madre-hijo-nuera, habrá que buscar un equilibrio, no todo será siempre perfecto, pero si aprenden a encontrar la forma de llevar el proceso de conocerse, si de a poco se permiten transitar las desavenencias, si logran entenderse pese a las diferencias, habrán allanado un largo camino de acuerdos y aceptación mutua.
Lic. Mariana Kersz Psicóloga y Sexóloga Tel.: (011) 2000-1730
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